Había una vez, hace mucho tiempo, en un lugar muy lejano... Un lobo, que tenía tres lobatos que alimentar.
Hacía mucho que los animales del bosque no se dejaban ver, y el lobo, preocupado por la salud de sus pequeños, les dijo: «Quedaos aquí y no salgáis. Buscaré cualquier alimento y no volveré hasta encontrarlo».
Así pues, el lobo anduvo durante días y noches completas, hasta que un día, cuando estaba harto de buscar, y al fin decidía volver al cubil dándose así por vencido, escuchó un sonido, el tararear de una niña.
Era una niña muy mona, vestida de rojo, con una cesta llena de frutos, embutidos y demás cosas suculentas.
El lobo no se lo pensó dos veces, no quiso herir a la niña, pues los lobos siempre han sido muy nobles y respetan a las crías excepto en casos de extrema necesidad, así pues decidió engañarla y hacerse con su cesta.
Creo que os podéis hacer una idea de qué dijo el lobo a la niña: «¿Dónde vas tú tan sola?» «A casa de mi abuelita, a llevarle esta cesta de comida...»
El lobo quiso llevarla por un camino largo, eso lo sabéis bien, y él decidió adelantarse.
Una vez en casa de la abuela, el lobo se quedó cerca. No quería nada más que tenderle una emboscada a la niña. Pero un tropiezo lo delató.
La anciana asomó y el lobo, que por naturaleza tiende a eliminar a las criaturas ancianas, porque así lo manda la naturaleza para dar paso a jóvenes, no tuvo otro remedio que hacerla callar... Del único modo que conocía.
La niña llegó. El lobo lo tenía claro. Ella dejaría la cesta, se marcharía, y él se llevaría el botín para sus famélicos cachorros, pues su hambre acababa de ser saciada.
No obstante, la niña, aunque pequeña e inocente, no era tonta, y lo que comenzó con una simple curiosidad, se fue acrecentando hasta convertirse en una duda.
El lobo, se percató de que iba a ser delatado, y si así era, se quedaría sin cesta y no habría podido cumplir su promesa. No tuvo remedio. Los lobos atacan a las crías en casos de extrema necesidad, y esto lo era.
La niña gritó, gritó, gritó y volvió a gritar cada vez más fuerte, y un leñador (o cazador dependiendo de la versión), escuchó los gritos.
El lobo, asustado, trató de huir con la cesta, ahora sólo tenía en mente a sus cachorros.
Sin embargo... Su huida se vio frustrada por un hombre robusto, fuerte, grande.
Ésa fue la última imagen que vio el lobo antes de convertirse en una moqueta en el amplio comedor de un hombre robusto, fuerte y grande.
Quizá no he sido claro del todo al escribir esta... extraña visión de "Caperucita Roja".
Lo que pretendía decir, contaros...
Es que no siempre hay un bueno y un malo predeterminado. Sí, el lobo se cargó a dos personas, pero tenía un motivo de vital importancia para él. Nadie abuchea al hombre que acabó con el lobo, nadie pensó si a alguien le importaba ese lobo.
Las cosas... No están bien porque nos digan "esto está bien". Muchas veces, nos enteramos de las cosas que se cuentan con UN sólo punto de vista.
Sí, entiendo que cuando un asesino de masas se ha cargado a 7 personas a sangre fría no haya un punto de vista que proteja firmemente al tío. Pero no me refería a ese tipo de cosas.
Sólo digo, que siempre hay que intentar escuchar todos los ángulos de visión cuando ocurre algo o alguien nos cuenta algo.
Quién sabe, quizá lo que considerábamos malo tan sólo pretendía alimentar a sus cachorros.